TEATRO DEL SIGLO XVIII
El teatro español contemporáneo comienza con un intento de reforma. La comedia barroca quedará en entredicho por representar valores inmorales y desatinos en la escena. Un gobierno ilustrado, apoyado por una nueva dinastía real de origen francés, buscará un teatro que permita perfeccionar las costumbres y educar al pueblo.
Complejas circunstancias, ajenas a veces a la literatura, provocan el fracaso de esta reforma. Sus promotores se consideran afrancesados y colaboradores de un régimen antiespañol, pero el teatro no volverá a ser el mismo.
El siglo XIX se abre con el drama romántico, que representa el universo como caos sin sentido, frente al orden neoclásico. En su segunda mitad, la presencia de un público burgués marcará la preferencia por un teatro claro y sencillo, que obliga a los autores a repasar la lección neoclásica del siglo anterior. Los géneros literarios comienzan a mezclarse: prosa dialogada, teatro lírico, etc. y la prosa desplaza al verso. Parece haberse alcanzado una fórmula que duraría hasta el último cuarto del siglo XX.
EL TEATRO EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVIII
0.- En sus inicios, el teatro del siglo XVIII no rompe con el barroco. Refunde obras anteriores de Calderón, Solís o Bances Candamo y perfecciona géneros como las comedias de magia, de santos, de aventuras, de bandoleros, etc. Desarrolla comedias musicales con sus variaciones: zarzuelas, melodramas... 1.- Antonio Zamora (¿1664?-1728) nació en Madrid. Fue dramaturgo de la Corte y sucesor de Bances Candamo. Completó El pleito matrimonial, auto sacramental que Calderón dejó inconcluso. En 1722 publica sus Comedias nuevas con los mismos sainetes con que se ejecutaron, donde incluye El hechizado por fuerza (1697), comedia de figurón: con ayuda de sus criadas y un doctor, doña Leonor se casa con don Claudio como única solución al hechizo que éste cree padecer. Una edición póstuma de Comedias (1744) incluirá su refundición del mito donjuanesco: No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague, y convidado de piedra. Perseguido por Filiberto Gonzaga y por doña Ana de Ulloa, don Juan escapa del rey y acude al convite con la estatua del Comendador. Consciente de su muerte inminente, acepta salvar su alma. Esta versión desplazó la de Tirso de Molina, hasta el estreno del Don Juan Tenorio de José Zorrilla La edición de 1744 incluía comedias como Cada uno es linaje aparte, ambientada entre musulmanes y reyes de Aragón. 2.- También fue madrileño José de Cañizares (1676-1750), censor de comedias y protegido del Duque de Osuna. Autor prolífico, abarcó la mayoría de géneros dramáticos: El dómine Lucas (1716) es su mejor comedia de figurón: Leonor, hija del leguleyo don Pedro, pasa de prometida de Lucas a esposa de don Enrique. La hermana de éste conquista a su amigo don Antonio, que se disfraza de fantasma. Don Lucas consigue a la extravagante Melchora, su verdadero amor. En esta misma línea escribe El honor da entendimiento, en que el necio don Lorenzo acepta que otros galanes lo alejen de su prometida, ante las incomodidades del posible matrimonio Podríamos considerar histórica El picarillo en España, señor de la Gran Canaria, sobre Federico de Bracamonte, que, fingido pícaro al servicio de Juan II y Álvaro de Luna, logra que el rey perdone la culpa de su padre y lo reconozca soberano de estas islas y esposo de Leonor de Urrea. Recrea en La más ilustre fregona la historia cervantina de las Novelas ejemplares y destaca en la comedia de magia con El anillo de Giges (1742), de tema griego. Cañizares cultivó los géneros de su época: comedia histórica, de figurón, de santos, de magia, de jaques y bandoleros, mitológicas, musicales (zarzuelas y melodramas)... 3.- Juan Salvo y Vela (?-1720) fue sastre y censor de comedias. Escribió La tragedia de Lucrecia (1719) y teatro popular, como Santa Catalina de Siena, comedias de magia como El mágico de Salerno, en cinco partes (1715-1720), y comedias de santos como San Antonio de Padua. Tomás de Añorbe y Corregel (1686-1741) triunfó con Princesa, ramera y mártir, Santa Afra (1735), comedia de santos, y con tragedias, como El Paulino (1740), pobre imitación de Corneille: Paulino, favorito del Emperador Teodosio, despierta su ira por entregar a la Emperatriz una manzana que Teodosio había regalado a éste. La obra tuvo poco éxito y despertó duras críticas. El repertorio de autores es más amplio que la calidad de sus obras: a José de Castro y Matute debemos los Triunfos de encanto y amor y pitonisa Cibeles; a Andrés Antonio Sánchez de Villamayor, La mujer fuerte, asombro de los desiertos, penitente y admirable Santa María Egipciaca (1728), y a Vicente Camacho, Ramera de Fenicia y feliz samaritana, Santa Eudoxia (1740). También cultivó el teatro religioso Antonio Bazo en Los tres mayores portentos en tres distintas edades (1762). Los títulos hablan por sí mismos. En la comedia de guapos y bandoleros destacan el valenciano José Vallés con El más temible andaluz y guapo Francisco Esteban (1733) o Gabriel Suárez, con El bandido más honrado y que tuvo mejor fin, Mateo Vicente Benet (1728), entre otros. 4.- En Zaragoza nació Ignacio de Luzán (1702-1754). Publica en 1737 su Poética, cuyo libro tercero trata Del origen, progresos y definición de la tragedia. Adopta un punto de vista aproximadamente aristotélico, que defiende las unidades de acción lugar y tiempo. Siembra la semilla del neoclasicismo y critica la comedia barroca. (Una edición póstuma de 1789, dudosamente corregida por su autor, estudia el teatro español, el Arte nuevo de Lope de Vega, etc.) Cuando Ignacio de Luzán escribe y estrena La virtud coronada (1742) no se muestra demasiado drástico con sus propios preceptos. Esta tragedia sobre historia clásica presenta al virtuoso Ciro, futuro rey de Persia, venciendo las intrigas del consejero real Asebandro, los celos del egipcio Cloriarco y la sensualidad de Berenice, para ganar el noble corazón de Fenisa. Desengañado, el rey Astiages cederá el trono a Ciro. Aunque se han señalado influencias francesas, su fuente parece ser Metastasio y su formación más italianizante que afrancesada. Defensor de la Poética y las ideas ilustradas fue el Diario de los literatos de España (1737-1742), que transmitió las voces de importantes críticos del momento. 5.- Entre 1749 y 1751 la Academia del Buen Gusto consagra el estilo rococó e introduce el neoclasicismo. Agustín de Montiano y Luyando (1697-1764) nació en Valladolid. Fue fundador y secretario de esta Academia, además de primer director de la Real Academia de la Historia. Su primer Discurso sobre las tragedias españolas (1750) repasa la existencia de este género en España y precede al texto de Virginia, tragedia en cinco actos acerca del abuso del poderoso Claudio sobre la supuesta esclava Virginia, cuyo padre prefiere sacrificarla antes que dejarla en manos del tirano. Su segundo Discurso sobre las tragedias españolas (1753) trata problemas de escenificación y declamación. Presenta la tragedia Ataulfo y su muerte ante los planes urdidos contra él y su esposa Placidia. EL TRIUNFO DEL TEATRO NEOCLÁSICO (1780-1800):
LEANDRO FERNÁNDEZ DE MORATÍN En los años siguientes a 1780 el teatro neoclásico pudo triunfar sobre la comedia popular. 1.- Tomás de Iriarte (1750-1791) había nacido en el archipiélago canario y era sobrino del literato Juan de Iriarte. En 1770 publicaba Hacer que hacemos, sátira del hombre importante y ocupado, a la que seguiría La librería (1780). El conde de Aranda le anima a traducir a los dramaturgos franceses y, en 1787, aparece, en el tomo cuarto de sus obras, El señorito mimado, representado en 1788: Don Mariano, maleducado por su madre Dominga, pierde la mano de doña Flora, que se casará con don Fausto, al descubrir que Mariano es un vividor a quien explota doña Mónica, astuta tramposa. Don Cristóbal salva a su sobrino Mariano de la ruina a cambio de un correctivo ejemplar. Iriarte repetirá el modelo de esta comedia en La señorita malcriada, publicada en 1788 y representada en 1791. Doña Pepita pretende casarse con el falso Marqués de Fontecalda, que arruinó a la familia, como demuestra don Carlos. Doña Clara enmienda a Pepita internándola en un colegio. Don Eugenio renuncia a casarse con ella, por su pésima educación. Un año antes de morir escribió Iriarte El don de gentes o la habanera, publicada en 1805. Presenta un modelo femenino, que triunfa por su inteligencia y buenas costumbres. La comedia de Iriarte será fuente de inspiración para Leandro Fernández de Moratín. 2.- Se consideran dramaturgos populares los autores de un teatro efectista, heredero del barroco y de gran éxito en la segunda mitad de este siglo: Antonio Valladares de Sotomayor fue autor de Defensa de La Coruña por la heroica María Pita (1784), contemporánea de La más heroica piedad más noblemente pagada, el elector de Saxonia de Luis Moncín. Destaca sobre todos el catalán Luciano Francisco Comella (1751-1812). Pese a ser maltratado por Leandro F. Moratín, a causa de su comedia militar El sitio de Calés (1790), fue un afortunado dramaturgo y mejoró los dramas musicales. Mostró su formación ilustrada en obras como Federico II, rey de Prusia (1788) o Catalina II, emperatriz de Austria, etc. A su paisano José Concha se debe El más heroico español, lustre de la antigüedad (1791) y al burgalés Gaspar Zavala y Zamora (1762-1812), comedias sentimentales como La Eumenia (1805), criticada por Mor de Fuentes (1762-1848) en su prólogo a La mujer varonil(1800). El 17 de Marzo de 1788 una Real Cédula recuerda la prohibición de autos sacramentales y comedias de santos. Se hace extensiva a las comedias de magia y de absurdos... Aunque poco respetada, la Cédula era un golpe importante para este teatro popular. Al año siguiente se reedita la Poética de Luzán, ampliada por él o por otros autores. 3.- En 1790 redacta Gaspar Melchor de Jovellanos para la Academia de la Historia su Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones públicas, y sobre su origen en España, corregido en 1796. Al final de su primera parte incluye una breve historia del teatro español y considera en su segunda parte las Academias dramáticas como diversión pública. Propone reformas en los textos, decorados, actores, música, acomodo del público, etc., financiados por los beneficios del propio teatro y dirigidos por el gobierno. LEANDRO FERNÁNDEZ DE MORATÍN 4.- Con todos estos precedentes surge la figura de Leandro Fernández de Moratín (1760-1828) -Inarco Celenio entre los Árcades de Roma-, madrileño como su padre Nicolás. Unas viruelas sufridas a los cuatro años le hicieron tímido y reservado. Desde niño se aficionó al teatro y su amigo Juan Antonio Melón lo recuerda como un hábil imitador de personajes como Jovellanos, García de la Huerta o el propio rey Carlos III. Desde 1787 fue secretario del Conde de Cabarrús y dos años después toma órdenes menores para obtener un beneficio eclesiástico. 4.a.- El 22/5/1790 estrena El viejo y la niña, acaso inspirado en su propia experiencia. La comedia, en verso y tres actos, representa el disgusto de don Juan al ver a su Isabel engañada por su malvado tutor y casada con el viejo don Roque. Isabel elegirá terminar sus días en clausura, como la joven esposa de El celoso extremeño. 4.b.- El 7/2/1792 se estrena La comedia nueva o el café, en dos actos en prosa e impresa ese mismo año. Esta sátira ridiculiza la comedia heróica y alude indirectamente al dramaturgo Comella y a sus familiares y amigos. Don Eleuterio estrena la comedia heróica El gran cerco de Viena, que imaginamos por lecturas de diferentes personajes. Convencido de su futuro éxito, su autor imprime la obra y planea casar a su hija Mariquita con don Hermógenes. La ansiedad y un fallo en el reloj de este pedante les hacen llegar a tarde al fracaso estrepitoso de la comedia. Don Hermógenes los abandona, pero la familia se salva gracias a la filantropía de don Pedro, que ofrece un empleo a don Eleuterio sin burlarse de él, como su amigo don Antonio. Desde el prólogo avisaba Moratín de su fin moral y de que "ofrece una pintura fiel del estado de nuestro teatro". Advierte del valor documental que tendría con el tiempo y refleja la situación de la escena en su época. La han aplaudido hasta hoy los estudiosos del teatro español. Moratín viaja a Francia y, ante el Terror de la Revolución, marcha a Inglaterra, donde traduce Hamlet, publicado en 1798. De 1793 a 1796 visita Italia, donde destruiría una comedia llamada El tutor. Vuelve a España tres años después para dirigir una Junta de censura del Gobierno (1799) para la reforma del teatro, que fracasó en 1802 ante las protestas del Municipio y de los actores. Finalmente, se impuso un teatro más tradicional. 4.c.- Desde 1787 guardaba Leandro una zarzuela titulada El barón. Por las manipulaciones a que la someten diversas manos, su autor la estrena en 1803, en forma de comedia en dos actos: Isabel, enamorada de Leonardo, transige con su madre, que la obliga a atender a un falso barón, con quien pretende casarla. Don Pedro, tío de Isabel, y Leonardo descubren la impostura del barón, que huye dejando libres a los jóvenes amantes. 4.d.- Al año siguiente estrena Moratín La mojigata (19/5/1804), escrita desde 1791: la discreta doña Inés debe casarse con el figurón don Claudio. Doña Clara, hipócrita mojigata, finge una vocación religiosa, deshecha a los primeros requiebros de Claudio, que busca su dote. Dicha dote pasará a Inés, que la reparte con los novios. Leandro debió tomar elementos de la comedia de su padre, La petimetra, que él mismo había comentado desfavorablemente. La mojigata le traería problemas con la Inquisición. 4.e.- Su obra maestra fue, sin duda El sí de las niñas (24/1/1806), acaso refundición de su comedia perdida El tutor. Representa la renuncia del viejo don Diego a su matrimonio con la niña doña Francisca, al verla enamorada de su sobrino don Carlos. Ataca la educación hipócrita de las damas en los conventos y los matrimonios desiguales entre ancianos y jovencitas. Subraya valores como la disciplina, la sinceridad, etc. La obra se imprimió en 1805 y fue la última de su autor, que en 1808 huye de Madrid, para volver en 1811 a ocuparse de la Biblioteca Real con José Bonaparte. Un año después acompañaría a Valencia al gobierno francés. Reside en Peñíscola, de donde viaja a Barcelona. Allí estrena en 1814 una de sus dos comedias traducidas de Molière: El médico a palos. La segunda fue La escuela de los maridos. Hasta 1820 vivió entre Francia e Italia. El Trienio Liberal le anima a regresar a Barcelona, de donde vuelve a Francia, con Manuel Silvela, por una epidemia de peste. Murió en París con sesenta y ocho años. En 1830 la Academia de la Historia publica entre sus obras los Orígenes del teatro español. Leandro Fernández de Moratín compuso una colección de comedias que respetaban las unidades de acción, lugar y tiempo y ofrecían modelos de verosimilitud y moral para la reforma social ilustrada. 5.- Nicasio Álvarez Cienfuegos (1764-1809) nació en Madrid y escribió cuatro tragedias: Idomeneo (1792), La condesa de Castilla (1798), La Zoraida (1798) y Pítaco (1800). La primera se ambienta en época clásica, mientras que las dos siguientes recrean leyendas españolas: la condesa traidora -ya tratada por Cadalso- y los amores de Zoraida, estorbados por Boabdil, rey de Granada. Ésta acaso sea su obra más interesante. Pítaco no se representó: trata del perdón que ofrece este rey griego a quienes intentaron matarlo, valiéndose de los sentimientos de su hija Safo, para arrebatarle el poder. Resuelto el conflicto, Pítaco renuncia al trono. Su comedia Las hermanas generosas se considera una obra menor. 6.- A comienzos del siglo XIX se dan los primeros brotes de teatro prerromántico en autores como el madrileño Manuel José Quintana (1772-1857), autor de El duque de Viseo, estrenado en 1801. Trata del crimen de Enrique, que, creyendo haber asesinado a su hermano, el duque Eduardo, y la hija de éste, se enamora de ella sin reconocerla. El conde de Orén libera a la muchacha y provoca el suicidio de Enrique. En 1805 estrena El Pelayo, de tema patriótico. 7.- La malagueña Rosa María Gálvez (1768-1806), amiga de Moratín, publica sus Obras poéticas (1804), donde incluye El egoista o tragedias como Florinda, ambientada en tiempos de don Pelayo. Blanca de Rossi es precedente del drama romántico. 8.- La realidad es que el teatro neoclásico no desterró la comedia popular. El siglo siguiente parece confirmarlo. Con todo, los dramaturgos españoles recibieron de los ilustrados una lección que no olvidarían. La comedia española aumentó su rigor formal y corrigió excesos que desaparecieron de los escenarios. |
LOS INICIOS DEL TEATRO NEOCLÁSICO (1750-1780)
1.- Discípulo de Montiano y Luyando fue el madrileño Nicolás Fernández de Moratín (1737-1780) -Flumisbo Thermodonciaco, entre los Árcades de Roma- que, animado por su maestro, escribe una comedia según las -aceptadas como aristotélicas- unidades de tiempo, lugar y acción. Su tertulia en la Fonda de San Sebastián difundirá las ideas neoclásicas. De ellas nace La petimetra en 1762. Representa cómo el prudente don Félix conquista a la discreta doña María y permite que el falso don Damián cargue con la petimetra doña Jerónima, vacía de valores y de dote, después de haber competido ambos galanes por cada una de las damas. Leandro, hijo del autor, minusvaloró esta obra, inspirada en las comedias de Moreto o Calderón y falta de "fuerza cómica". Este mismo año publica Nicolás su primer Desengaño al teatro español: critica la comedia barroca por sus defectos morales y su escasa verosimilitud. En 1763 aparece Lucrecia, tragedia nunca representada. Trata la violación de esta matrona por Tarquino, hijo del rey etrusco del mismo nombre. Esta tragedia en cinco actos se ajusta a los criterios de verosimilitud y a las unidades aristotélicas. Su autor supo identificarse con el mundo clásico. De este año es el segundo Desengaño al teatro español, contra los autos sacramentales. No disimula su intransigencia ante este género. Se desata la polémica: Moratín y Clavijo y Fajardo arremeten contra la comedia barroca con una actitud más agresiva que la de aristotélicos como Nipho o Romea y Tapia. Desde 1764 Nicolás publica en su periódico El poeta Sátiras literarias. Representa La Hormesinda (1770), hermana de don Pelayo que salva su honor de las mentiras del moro Munuza. En ella pudo reflejar la situación española. Aseguró el éxito de la obra la actriz María Ignacia Ibáñez. Guzmán el Bueno (1777), tragedia en tres actos, cierra su producción dramática. 2.- Aquel año de 1763 vieron la luz otras dos tragedias: Jahel, de tema bíblico, por el bibliotecario real Juan José López de Sedano (1729-1796), autor de una polémica antología poética: Parnaso español (1768-78). La segunda fue Necepsis, historia egipcia de Cándido María Trigueros (1736-1798), representada en 1787. Su autor, asiduo en la tertulia de Pablo de Olavide, trató temas griegos, nacionales o asiáticos: Los Bacanales (1767), Guzmán el Bueno, El cerco de Tarifa, Egilona y Viting, todas de 1768; Los Theseides (1775), La Electra (1781) e Ifigenia en Áulide (1788)... El mismo año de 1763 escribe la comedia El tacaño y en 1784, Los menestrales. Los ataques al teatro barroco triunfan con la prohibición de autos sacramentales y comedias de tema religioso en 1765, por considerarlos indecorosos. El Conde de Aranda (1719-1798) y el peruano Pablo Olavide (1725-1803), inician una campaña de estímulo del teatro neoclásico, como corresponde al despotismo ilustrado. Aranda llevó el teatro a los Reales Sitios desde 1767, y Olavide tradujo para la escena obras francesas, como la tragedia Hipermenestra o El desertor, junto a obras de Racine o Voltaire, a quien trató personalmente. Crearon escuelas de formación de actores. A esto se unen otras circunstancias, como la progresiva eliminación de entremeses entre los actos de la comedia desde 1770. 3.- Entre los autores que se sintieron aludidos por la crítica de los neoclásicos más exaltados se encontraría el madrileño Ramón de la Cruz (1731-1794) -Larisio Dianeo entre los Árcades-, autor de unos trescientos cincuenta sainetes estrenados desde 1757. El género derivaba del entremés barroco, ligeramente modificado: acentuaba el costumbrismo y la intención moral. Los sainetes de Ramón de la Cruz tratan temas diversos, con predominio de escenas castizas de tipos madrileños y lugares del Madrid en que se ambientan, como El Rastro por la mañana (1771), La pradera de San Isidro (1766 En Manolo (1769) parodia la tragedia neoclásica y ridiculiza a autores como Moratín e Iriarte. En otras obras presenta sus sainetes como teatro para entretener, sin mayores aspiraciones. Ramón de la Cruz conocía bien el teatro francés y el italiano. Adaptó obras de Racine, Molière, Marivaux o Metastasio y elaboró dos tragedias: Bayaceto (1769) y Religión, patria y honor triunfan del más ciego amor, cuyo título indica las profundas diferencias con el teatro neoclásico y su fracaso en la escena. La penuria económica de don Ramón pudo influir en su cultivo del sainete, género que, en principio, no debió atraerle. Entre 1786 y 1791 publica sus obras en diez volúmenes. Muere tres años después. Semejantes a los suyos son los sainetes del gaditano Juan Ignacio González del Castillo (1763-1800). 4.- El neoclasicismo había ganado terreno con amigos de Moratín, como José Cadalso Vázquez (1741-1782), autor de tres tragedias: Sancho García (1771), trata un tema heroico nacional: la grandeza moral de este infante ante su madre, condesa de Castilla, que, seducida por Almanzor, acepta eliminar a su propio hijo para ceder al moro el reino. Menos suerte tuvo Solaya y los circasianos (h.1770), no representada e inédita hasta 1982. Se ambienta al sur de Rusia y presenta el conflicto creado cuando los parientes de Solaya rechazan a Selin, ya que el padre de éste exige doncellas circasianas para su harén. Los amantes mueren a manos del padre y hermanos de Solaya. Una tercera tragedia de Cadalso, La Numantina, sigue perdida, aunque el título permita imaginar su contenido. 5.- Ya había asociado su nombre al teatro neoclásico el asturiano Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811) con su Pelayo (1769), titulado posteriormente La muerte de Munuza (1782-90). Su obra más importante será la comedia lacrimosa El delincuente honrado (1774), en cinco actos y en prosa. Su protagonista, Torcuato, mata en duelo a un noble y, enamorado, se casa con su viuda. Cuando el juez Justo detiene a su amigo Anselmo, Torcuato lo salva entregándose. Mientras Anselmo logra el perdón real, Justo hallará en Torcuato al hijo olvidado en su juventud. El drama tuvo éxito y fue traducido a diversas lenguas. 6.- Un desconcertante autor de la tragedia dieciochesca fue el extremeño Vicente García de la Huerta (1734-1787). Archivero del duque de Alba y Real Bibliotecario, perteneció a numerosas academias. Su vida debió alterarse hacia 1766, y, desde entonces, participó en provocaciones, polémicas y ataques que ocasionan destierros y burlas como La Huerteida de Leandro F. Moratín. Su primer drama, Lisi desdeñosa (h.1765), estaría destinado a una representación particular. Desterrado en Orán de 1766 a 1777, representa Raquel en 1772 y, en 1778, en Madrid. Retomaba un tema histórico tradicional, tratado ya por Lope de Vega. Huerta mantuvo las tres jornadas del teatro barroco en versos endecasílabos, propios de la tragedia neoclásica. Su rigor formal y una probable alusión despectiva al ministro Esquilache la sitúan en una posición equidistante de la tradición y el neoclasicismo. Su autor despreció este movimiento, pese a escribir el Agamenón vengado (1778), adaptación de Sófocles y refundir en La fe triunfante del amor y cetro o Xaira (1784) el Zaïre de Voltaire. En Raquel presenta al rey Alfonso VIII enamorado de ella y sometido a sus confidentes judíos. Los nobles castellanos logran que el rey abandone a su concubina. Cuando éste la recupera, los nobles la hacen morir a manos del judío Rubén. 7.- Quien no dejaría duda sobre su vinculación al neoclasicismo fue el gaditano Ignacio López de Ayala (1747/50-1789), amigo de Nicolás F. Moratín y catedrático de poética. En la Fonda de San Sebastián leería su Numancia destruida (1775), tragedia en cinco actos y en endecasílabos sobre este episodio histórico. Recoge el momento en que los numantinos rechazan que las tropas romanas entreguen a Cayo Mancino Hostilio, con quien firmaron una paz que Roma ahora no reconoce. Al fracasar los amores de Yugurta con la numantina Olvia, los numantinos mueren luchando por su libertad. A López de Ayala debemos otra tragedia: Habides (s.a.). |